Crónica de una aventurilla cicloturista ferroviaria familiar
Desde hace años sostengo la teoría de que el desastre cada vez mayor en el funcionamiento del tren convencional en España, gestionado por RENFE, se debe a que la empresa de autocares ALSA se ha hecho con el control de la empresa y pretende cargársela para anular la competencia. No tengo ninguna prueba, pero es la única razón lógica que encuentro para explicar las decisiones tan absurdas que nuestra antaño empresa pública de ferrocarril pone en marcha, en relación al tren convencional, y muy especialmente sus políticas relativas al transporte de bicicletas.
Hace años, no tantos, muchos de los trenes regionales contaban con un vagón con asientos plegables en el que se podían meter unas cuantas bicicletas sin mayor problema. Hoy, con la web de RENFE, gestionada por una empresa externa, plagada de fotos de gente muy guapa pedaleando por paisajes bucólicos, hay cada vez menos trenes en los que puedas subir con tu bicicleta, previo pago del billete de bici correspondiente, y siempre que no superes el número de… 3. Si tu grupo está formado por 4 personas, búscate otro medio, que no cabes. ¿Por qué 3? Vete tú a saber…
A pesar de ello, y precisamente porque en casa nos gustan muchísimo los trenes, y nos gustan muchísimo las bicicletas, y nos gusta mucho viajar en bici, y en tren, y además, somos un minigrupo familiar justo de 3, nos decidimos a organizar nuestra primera salida cicloturista por Asturias, aprovechando esa maravilla de la ingeniería civil del siglo XX que es la línea FEVE Oviedo-Ferrol. Nos estudiamos los horarios, los perfiles, preguntamos a la gente de @AsturiesConBici, miramos los campings… y compramos nuestros billetes, con un mes de antelación. Solo ida, Valladolid-Oviedo, ya que RENFE no permite subir bicicletas en ninguno de los trenes que va de Oviedo a Valladolid. Primer encuentro con el personal de RENFE, un mes antes del viaje, en las taquillas. Resulta que ya no hay ni siquiera una ventanilla para venta anticipada, solo hay una fila única, vayas a viajar en el siguiente tren o dentro de un mes. Pido los billetes, 1 adulta, 2 niños, 3 bicis. “Si viene otra bici más ya no cabe”, me dice la empleada. “Ya, ya lo sé, por eso vengo a comprar el billete con antelación”. “¿Ida y vuelta?”, pregunta ingenua. “Ya me gustaría, pero no hay tren en el que pueda volver”. Cara de sorpresa, lo mira en la pantalla, y se convence. “Ah, pues no. ¿Entonces? No te vendo la ida, ¿no? ¿cómo vas a volver?”. “Tranquila, ya buscaré alternativa. Y si no, siempre está el ALSA”. “¿En el ALSA te dejan llevar bicis?”. “En el ALSA, mientras pagues, puedes llevar lo que quieras”, exagero un poco.
Un mes después, todo organizado, lista hecha, revisada y re-revisada, alforjas cargadas, bicis a punto, madrugón, y allá que vamos, a las 7.00 de la mañana en la estación, listos para coger el único tren en el que podemos subir las bicis, y para el que tenemos todos los billetes, de adulta, de niños, de bicis.. Llegamos con tiempo, y, sorpresa. Tren cancelado. ¿Cómo? Vamos a ventanilla. La mujer que nos atiende, con una mezcla de resignación y tristeza nos dice “no hay tren”. ¿Cómo que no hay tren? ¿Pero va a llegar, aunque sea tarde?. “No, no hay tren. No hay material. Están buscando alternativas para reubicar a los pasajeros”. Vale, vale, mire, tengo billete para 3 bicis. “Ah, no, para las bicis no, solo para las personas, las bicis las tiene que dejar aquí”. No, verá, es que me voy de vacaciones en bici. Si no llevo las bicis no vamos. Cogí el billete hace un mes. “Ya, ya, si te entiendo, pero no hay alternativa. Si quieres te devolvemos el dinero”. Joder, no quiero el dinero, quiero irme con los niños y las bicis, en tren. “Pues no hay manera”. Resoplo, venga, alguna alternativa habrá. ¿Podemos ir hasta León al menos? Y luego ya veremos… Mira la pantalla, me dice “quizá podrías ir a las 21h a León” (son las 7.10 de la mañana)… “o espera igual a Palencia y luego enganchar…no, tampoco”. Se acerca otro compañero. Intentan buscar alternativas pero no hay manera. Vale, decisión, devuélvame el dinero y deme una hoja de reclamación. “De acuerdo, el dinero te lo devuelvo ya. La reclamación tienes que ir a la oficina del fondo”.
Los niños al menos están tranquilos, más bien resignados. Voy a poner la reclamación con un empleado muy amable, también resignado, pero veo en el móvil que hay un bus a las 8.45, y parece que tiene plazas. Así que dejamos la reclamación para más tarde y vamos los tres, con las bicis, a la estación de buses. Por suerte está al lado. La taquilla no abre hasta las 8.00, pero por teléfono, en unos pocos minutos, conseguimos comprar los 2 billetes de adulta (a partir de los 12 años ALSA ya no hace descuento para niños), el de niño, y las 3 bicis (10 € por bici en lugar de los 3 € de RENFE). Total, un 50% más caro que en tren, y con el inconveniente de tener que desmontar las ruedas delanteras y envolver bien tres bicicletas.
Como nos sobra tiempo, volvemos a la estación de tren a poner la reclamación. Mi hija de 12 años pregunta estupefacta, “en serio, ¿tienes que escribir la reclamación a mano, en papel?”. Sí, papel autocopiante, 4 copias. El empleado que me atiende nos pregunta al vernos llegar, “¿conseguisteis bus?”. Sí, sí, ya lo tenemos, sale en 1 hora. Se alegra sinceramente y me indica lo que debo hacer para poner la reclamación. Le digo que en plena emergencia climática y con el petróleo agotado creo que habría que apostar por el tren. Me sonríe amable, con una mezcla de frustración y resignación.

Una vez presentada la reclamación, volvemos a la estación de autobuses, a desmontar las ruedas, alforjas y embalar bicis. Llega el autobús, me acerco a decirle que llevamos 3 bicis. “Joder, ya me tuvieron que tocar a mí las bicis”, comenta el chofer como si tuviera que cargarlas él a pulso hasta Asturias. “Mételas aquí, y rápido que nos vamos”. Cargamos todo lo rápido que podemos, y arriba.
Menos mal que hace una parada en León porque con las prisas no hemos podido desayunar. Llegamos por fin a Oviedo con tiempo suficiente para almorzar, y comprar los billetes para Luarca, en FEVE. Por fin parece que se va encarrilando el viaje.

El trayecto en la FEVE tan espectacular como imaginaba, o más, de quedarse sin respiración, por la naturaleza y por la infraestructura. Hay un momento en el que coincidimos hasta 7 bicis en el vagón.
Llegamos por fin, tras 10 horas de viaje y habiendo ya tenido que ajustar un transportín, que con tanto meneo se ha descolocado, a nuestro primer destino, el camping Playa de Otur. Nada más llegar sentimos que todo ha merecido la pena, y que vamos a estar allí “más a gusto que en brazos”. Un espacio de lo más acogedor, relimpio, con sombras recias de árboles bien hermosos, atendido por un equipo extraordinario. Y a un paso de la playa, eso sí, un paso con un poquito de desnivel…

Por la noche, sorpresa, concierto de Otus Scop, grupo local de surfrock de lo más divertido. Y a dormir que nos lo hemos ganado.
Día 2: Barayo y Parque de la Vida. El segundo día no usamos el tren. Teniendo como base el camping, nos acercamos primero a la playa de Barayo (bajada no apta para ruedas) y después al Parque de la Vida. Barayo ya sabíamos que era espectacular. Increíble que un domingo de agosto, con una temperatura ideal para bañarse, estuviéramos solo unas 20 personas en la playa. De lujo. El Parque de la Vida fue una muy grata sorpresa. Ofidios, ballenas, calamares gigantes, geología y astronomía. Dos horas de visita guiada muy entretenidas, didácticas, y emocionantes. Vuelta al camping y de cena, unas hamburguesas sabrosísimas con lechuga de verdad, no iceberg, ecológica, producida en un proyecto de inclusión que sirve las cestas cerradas al grupo de consumo Con Sumo Gusto, cuya sede está, precisamente, en el camping Playa de Otur.
Día 3: Luarca y de nuevo FEVE. Nos despedimos del camping más agradable que conocemos y pedaleamos hasta Luarca. Con calma, que está muy cerquita pero por aquí las cuestas son pindias, pindias de verdad. Aprovechamos para comprar tornillos que hemos perdido, pilas para la cámara, algo de comer. Visita al cementerio, playas, y subidita a la estación de FEVE. Llegamos con casi una hora de antelación, a previsores no nos gana nadie. A la media hora llega un trío de jubilados madrileños (luego descubrimos que en realidad eran aragoneses, del pueblo de al lado del de mi abuela, qué pequeño es el mundo) que veranean en Ribadeo. Han venido a comer a Luarca en tren. Nos cuentan que por la mañana de Ferrol a Ribadeo al parecer el viaje era en bus por algún problema en la vía. Corrimiento de tierras el día anterior, leí luego. Preguntamos a la jefa de estación. No sabe nada, ni siquiera si la FEVE va a llegar a su hora o no. Me cuentan que en cada parada hay un cartel con un teléfono para que llames si el tren se retrasa.

Con 15 minutos de retraso, llega el tren. Dos vagones, uno con espacio para bicicletas, perfecto. El interventor nos avisa, en Ribadeo tenemos que cambiar de tren, los que seguimos viaje. Nuestra parada es justo la siguiente, Rinlo. El trayecto, de nuevo, espectacular, pegado al mar, entre árboles. ¿Cómo es posible que la empresa que gestiona esto no lo publicite como reclamo turístico? ¿Cómo estamos permitiendo que algo así se abandone?
En Ribadeo cambio de tren, pasamos a un tren de un solo vagón, no hay espacio para bicis. Nos acoplamos como podemos en el espacio central, por suerte no hay más bicis, ni sillas de ruedas, ni carritos, y es solo una parada. Llegamos a Rinlo. Un apeadero en medio de la maleza, sin ningún tipo de servicio. Pero a 600 metros del camping, justo para llegar en un momento, plantar la tienda, y prepararnos para cenar.
Día 4: Playa de las catedrales. El día que más pedaleamos. Un total de 10 km, ida y vuelta a la playa. Con calma, que estamos de vacaciones. Hicimos bien en dejarnos aconsejar por la gente del camping y llegar a la playa bastante antes de la bajamar, cuando teníamos reservada la visita guiada. Así, a pesar del mogollón, pudimos pasear con cierta tranquilidad. La visita guiada es recomendable para entender el proceso dinámico de modificación de la costa. Volvemos a Rinlo con el tiempo justo de ver la antigua cetárea antes de que empiece a chispear. A pesar de la lluvia, aprovechamos la piscina del camping. Con las capas de lluvia y las bicis improvisamos un refugio para cenar. En ese momento valoramos que quizá para la próxima aventura no está de más hacerse con el famoso “cubre” del que hablan en @rodadas.net
Día 5: Iniciamos el regreso. Ante la duda de si el tren parará o no en Rinlo, decidimos ir en bici a Ribadeo, y cogerlo allí. Pero nos relajamos en el camping, salimos tarde, y a los 2 km se me suelta el freno. No conocemos el camino y la aplicación que uso no termina de convencerme, así que damos la vuelta y vamos al apeadero. Hay un chico esperando el tren. Debería llegar a las 11.20, pero no llega. En twitter vemos que de Ribadeo a Cudillero el viaje se hace en autobús, por cuestiones técnicas. Genial. A las 11.30 llamamos al teléfono del cartel, y nos dicen que viene con 15 minutos de retraso. El chico comenta, “si solo son 15 minutos no va mal. Desde que RENFE asumió la gestión de FEVE esto va cada vez peor”. Por fin aparece el tren. Un solo vagón. El revisor me dice “lo siento, pero no cabéis”. ¿Perdón, cómo dice?. “Llevo ya 5 bicis, imposible, no cabéis. Si te das prisa me alcanzas con las bicis en Ribadeo y os montáis allí”. Ojiplática, miro a los niños, miro las bicis, miro las alforjas, le miro a él. No hay sorna, no, lo está diciendo en serio. “No, no llego a tiempo, ¿cómo me vas a esperar?”. Él insiste, muy convencido, “sí, de verdad, que llegas, si vamos con mucho retraso”. Me lo pienso un segundo, le contesto “gracias, déjelo, he visto que de Ribadeo a Cudillero hay que ir en bus, y hay un ALSA a las 13.30, así que ya vamos a ese con más tranquilidad”. “Como veas, lo siento de veras”, responde sincero.
El vagón solitario se aleja, y nos quedamos en el apeadero, con una mezcla de resignación, enfado y frustración. Por suerte el camino a Ribadeo es muy facilito, sin cuestas, y agradable. A las 12.20 ya estamos en la estación del ALSA. Compramos los billetes a Cudillero, donde nos irán a recoger (no hay manera de bajar en tren con bicis de Asturias a Valladolid). Y otra vez desmontar ruedas, envolver bicis…
Cuando llega el autobús, con 6 pasajeros a bordo, la primera reacción del chófer es “putas bicis, mételas aquí, y rápido que nos vamos”. Cargamos rápido, ya vamos teniendo práctica, y arriba. El máximo número de viajeros entre las 29 paradas del trayecto no creo que llegue a 10.
Llegamos a la rotonda en la que está nuestra parada. Descargamos a toda velocidad para que el bus siga su camino. Con el trajín de montar y desmontar una de las ruedas se ha pinchado y está completamente desinflada. Empieza a chispear, así que aprovechamos la marquesina de la parada para comer, cambiar la cámara, arreglar el pinchazo, recolocar las bicis, ver la ruta y organizarnos. Tenemos 4 km hasta el camping, bien por la nacional, o bajando hasta la playa y subiendo una cuestecilla. Decido evitar la nacional, sin sospechar que vamos a tener 1 km “divertido” de bajada por una pista sin asfaltar.

Otro kilómetro de subida al 9% que los niños sí hacen en bici y yo andando y por fin, camping, ducha, piscina, cena, dormir.
Día 6 – regreso. Ya solo nos queda recoger, bajar a la playa de Aguilar, y esperar a que la furgoneta venga a nuestro rescate. Han sido unos días de poco pedaleo y mucho aprendizaje. Sobre todo, aprender a que por mucho que planifiques siempre hay imponderables que obligan a improvisar. Aunque lógicamente ayuda haber previsto varias opciones. Aprender a que nos sobra más de la mitad de las cosas que llevábamos en las alforjas. Aprender a que salimos cuando salimos, y llegamos cuando llegamos. Y mientras tanto, vamos disfrutando del camino y de los momentos compartidos. Han sido unos días extraordinarios, y agradezco sobre todo a Irina y a Luca su capacidad de resiliencia, de adaptación, las ganas que le han echado y las risas en los momentos un poco más críticos. A toda la gente de @asociacionlacurva que nos aconsejó. A Eva por la recomendación fundamental (no olvides el papel higiénico). A Raúl por el consejo de hacer rutas circulares. A David por los utensilios de cocina y las recetas. Y a Guillermo por hacerse 600 km para venir a recogernos.

Ha salido todo bien, muy bien. Pero me parece indignante, y sobre todo muy muy absurdo, que en plena emergencia climática, sabiendo como sabemos que el petróleo tiene los días contados, no estemos apostándole todo a los medios de transporte que ya SON el futuro: el tren convencional, sencillo, con vagones incluso sin asientos o con asientos plegables como los que teníamos. Y las bicis.
Responsables de RENFE: podrían abrir un poco los ojos y dejar de cargarse la joya que teníamos, con una infraestructura desplegada por todo el territorio, que permitía la comunicación y frenaba la despoblación.
Responsables del MITECO: en su plan por la transición energética y económica, ¿no creen que deberían ponerse ya a actuar en serio con esta cuestión? Y si es necesario volver a asumir la gestión y el control público de la red ferroviaria, hágase, antes de que sea demasiado tarde.
Responsables de ALSA: si mi teoría es cierta, finalmente son ustedes quienes deciden en RENFE. Ahora que ya se han comido todo el mercado del transporte por carretera, ¿podrían revertir esas acciones? Y no por los ecopijoflautas de las bicis como yo, no, lo digo por la propia sostenibilidad de su negocio. El transporte a base de combustible fósil tiene los días contados. Apuesten por el tren, que lo tienen todo hecho.
Carmen Duce Díaz
Agosto 2019