A escasos 15 kilómetros de Valladolid se encuentra la localidad de Mucientes. Una pequeña población de unos 800 habitantes, que se puede visitar tranquilamente en una mañana y a la que se llega por caminos y pistas en buen estado y sin apenas desniveles.
Se trata de una ruta a la que nos sumanos una docena de personas en nuestra visita programada a la localidad y al Aula Museo de Instrumentos Musicales Ibéricos de Paco Díez.
El trayecto en bici fue, como todos los que hacemos desde La Curva, tranquilo y calmado, con cada persona marcando su propio ritmo en un terreno que presentaba algo de barro y en el que, afortunadamente, nos respetaron la lluvia y el viento que no hicieron acto de presencia en toda la jornada.
Por el camino que sale paralelo a la Avenidad de Gijón (el de las mercedarias), fuimos subiendo (¿he dicho que no había subidas?) hasta la granja que se encuentra entre las localidades de Zaratán y Fuensaldaña, para luego bajar a esta última población y, ya por carretera, coger el último repechito hasta nuestro destino.
Allí nos encontramos con el Aula Museo de Paco Díez. una auténtica joya desconocida por muchos y que alberga una enorme riqueza instrumental que a la mayoría de los presentes nos dejó con la boca abierta.
El propio Paco Díez nos recibe y nos guía a través de las diferentes estancias del museo, mostrándonos cómo la música sale de los objetos más cotidianos, o más insospechados. Paco se define como un hombre «de finales del Medievo», es decir, criado en la Castilla de mediados del XX, donde la vida era dura, las jornadas de trabajo largas y los medios eran, como poco escasos.
De ahí que los primeros instrumentos que Paco nos muestra sean los idiófonos, es decir, aquellos de donde el sonido sale del propio material y que, en gran parte, estaban hechos con objetos del trabajo diario:
Tejas, platos rotos, palos. trozos de madera, o de sílex, son quizá los primeros instrumentos que los humanos usaron para tocar sus ritmos, para acompasar la respiración (que no otra cosa significaba originariamente ritmo en griego), con movimientos rítmicos, o para hacer el trabajo más llevadero y agradable.
Castañuelas, matracas, carracas, cedazos, cubos de zinc o de latón, botellas de anís o botellones; hasta tablas de lavar forman parte de este grupo de instrumentos que Paco no se limitó a enseñarnos sino que utilizó para marcar unos ritmos y para cantar algunas coplas.
De aquí pasamos a los cordófonos, instrumentos que suenan al hacer vibrar una cuerda. Violas de todo tipo y coindición, hechas con calabazas, con zuecos, con latas de conservas; prácticamente con cualquier material, suenan de una manera increible en manos de Paco. Guitarras de toda la Península Ibérica, de Andalucía, Extremadura, Galicia o Portugal forman parte de la exposición; bandurrias, oukeleles, de todo tamaño y condición, violines, rabeles (el precursor del violín), inundan las vitrinas del aula museo.
Y, cómo no, no podía faltar la zanfona, «el sintetizador de la Eda Media», dice nuestro guía. Para los profanos como el que esto escribe, una auténtica obra de ingeniería musical que arranca millares de sonidos mediante lo que parece un complejo mecanismos de cuerdas, bielas, palancas y teclas, pero que en manos de Paco Díez se convierte en un instrumento digno de cualquier maestro de la música. La complejidad se hace sencillez cuando él lo toca.
Dejadas atrás las cuerdas, descendemos al piso inferior, donde nos vamos a encontrar con los dos siguientes grupos de instrumentos: los aerófonos y los membranófonos.
En los primeros, es el paso del aire el que produce el sonido y en el Museo podemos encontrar desde acordeones o armonios hasta flautas, oboes, tubas, pitos de caña, huesos de melocotón. Una vez más, Paco nos demuestra cómo la música se encuentra en prácticamente cualquier elemento que tengamos a mano. Solo hace falta imaginación y un poco de habilidad (y oído, algo de lo que reconozco que carezco). Hasta el envoltorio del puro que te regalan en las bodas puede convertirse en un instrumento. La humilde flauta de pan o las gaitas de todo tipo, desde las más simples a las más complejas, forman parte de este tramo de la exposición.Y acabamos con los membranófonos, aquellos instrumentos que suenan al hacer vibrar una membrana. El museo cuenta con todo tipo de panderetas, panderos (redondos, cuadrados, triangulares, octogonales…) tambores, caixas, bombos o zambombas, de donde salen ritmos que en muchas ocasiones nos recuerdan a los de otras culturas de allende los mares. Y es que la música no tiene fronteras.
El colofón lo pone la sala de gaitas, un espacio dedicado en exclusiva a este instrumento y que pone un excelente punto final a la visita.
Si ya de por sí el Aula Museo merece la pena verlo, hacer la visita guiada, con Paco explicando cada detalle del mismo, tocando los instrumentos, cantando, y animando a la gente a cantar, dejando que la gente toque y palpe alguna de las piezas allí expuestas, hace que la visita merezca la pena repetirse.
Desde aquí, nuestro agradecimiento a Paco Díez por tan excelente recorrido. Anfitriones así no se encuentran todos los días.
Fotos: Carmen de Miguel, Paco Díez.
Para saber más:
http://www.aulamuseopacodiez.net/
https://www.facebook.com/Aula-Museo-Paco-Diez-120106868043718/
http://www.provinciadevalladolid.com/es/mucientes/cultura-patrimonio/aula-museo-paco-diez